Por Benjamín Infante.
Estudiante pregrado Historia.
Este último tiempo hemos visto cómo se ha logrado nuclear nuevamente
parte del activo social y político de FyH para planificar una serie de
actividades en pos de fortalecer nuestro espacio de base. Así también hemos
presenciado la constancia del trabajo honesto de varios compañeros anónimos que
se han preocupado de manera excepcional de nuestras plataformas de
comunicación. También se reconoce la tenacidad con que compañeros han asumido
difíciles cargos de la CEFH transformando la movilización una verdadera escuela
de lucha. No obstante todo lo avanzado, es insoslayable que los estudiantes de
FyH venimos saliendo de una crisis que si bien responde a las naturales
fricciones creadas en medio de la movilización más grande de hace 25 años,
evidenció elementos patógenos que explican la tensión vivida en la Asamblea
General donde se decidió Cierre de Semestre como un perfecto síntoma de una
enfermedad conscientemente auto inducida.
Generalmente los procesos de toma de decisión política dentro de la CEFH han estado marcados por todo menos por su capacidad de mantener una cohesión del estudiantado de FyH. Las propuestas de las fuerzas políticas no pueden hacer más que tironear forzosamente un espacio agónico que por ahora carece de programa y conducción ejercida desde las bases.
Acostumbrados a la política dirigencial, en nuestra Facultad se ha fomentado una Cultura Política Estética. La mayoría de quienes inciden políticamente en el espacio no tienen consideración con el resto del estudiantado. Sus posturas, motivadas más que nada por preceptos ideológicos antes que por análisis concreto de la realidad -y las posibilidades ciertas de subvertirla-, se han hecho valer en base a la lógica de la demagogia y de la denuncia infundada. Han privilegiado el fortalecimiento de las orgánicas específicas antes que las instancias de resolución de base, que a fin de cuentas, son las que constituyen los gérmenes del Poder Estudiantil para el Poder Popular transformador. En ese sentido, la ‘lucha ideológica’ se ha acomodado en una contienda cosmética enfrascada sólo entre quienes se empeñan en incidir políticamente en el espacio. No hay una disputa de hegemonía real en la que las propuestas interpelen a las mayorías y donde, por corolario del aumento cuantitativo, las políticas mejoren en calidad.
Existe un divorcio entre el ‘activo político’
y las mentadas ‘bases’. En su ‘radicalidad’, que generalmente no supera la
mera formalidad, los que participan activamente en política estudiantil
toman determinaciones sin contemplaciones con el grueso de los estudiantes. Si
bien las asambleas no son cerradas, las políticas que se presionan como
posturas del espacio local no tienen correlato alguno con la realidad de la
mayoría de sus estudiantes. A modo de ejemplo, los estudiantes de Filosofía y
Humanidades no llevarán a efecto la postura de tener por piso mínimo la
Educación Gratuita, entonces, ¿De qué sirvió, aparte de tribuna para un
grupúsculo, la actual posición de Facultad? El hecho que las famosas ‘bases’
estén actualmente siendo conducidas por los compañeros más recatados acerca de
las movilizaciones (en el caso del cierre de semestre), no refleja -como
algunos grupos han planteado- las consecuencias políticas de una composición de
clase mayoritariamente pequeño burguesa (como si fuese tan mecánica la relación
entre origen de clase e interés político). Al contrario, debemos de entender el
fenómeno como un llamado de atención para todos quienes participamos
políticamente en FyH. Hasta ahora nos hemos desinteresado en apostar a la subjetividad
de las ‘bases’ y nos encontramos cómodos peleando posiciones en pequeñas
asambleas que al final se resuelven por el espectro orgánico que moviliza más
militantes. Es el contraste que hacía falta para recordar que los
espacios de base son el germen de la movilización futura, así como pueden
caracterizar un proceso de baja en la participación -de reflujo- que en
los próximos años nos signifique un retroceso en la lucha social transformadora.
Un problema medular de la actual situación es la incapacidad orgánica que hemos tenido para consolidar un programa común que nos permita avanzar coordinadamente desde nuestra diversidad. El proyecto de orgánica elaborado el año pasado tenia esto por intención; lamentablemente, no había en la Facultad ‘activo político inorgánico’ (es decir, no militante) o ‘activo social’ (compa que sin política, participa del espacio) que se hiciera cargo de la conducción del espacio y/o que autonomizara, al menos imaginariamente, el espacio de los grupos políticos; que en su mayoría se veían más interesados en utilizar irresponsablemente el espacio como tribuna, antes de asumir un rol de acompañamiento y cuidado de la participación de base. Esa lógica instrumental de lo social, a nuestro juicio propia del marxismo leninismo y especialmente del trotkismo, ha ahogado, mal tratado y reventado a su suerte el espacio de Filosofía y Humanidades.
Al carecer el
activo político de un sentimiento de responsabilidad para con el espacio de
base, en este período de
movilización, donde se estrenaba una nueva orgánica que buscaba la ‘coordinación
desde la Diversidad’, se
estiro demasiado el elástico de la organización y el marco relativo que
colectivamente habíamos definido para su funcionamiento. Sin demasiado
detenimiento más de una vez se tendió al fraccionamiento del estamento
estudiantil deslegitimando formas de lucha que han de ser socializadas en la unión para ser efectivas (como lo es la
Toma).
Lo anterior creemos que se debe a una tergiversación del concepto de Democracia Directa, la cual se ha confundido con lo que en la práctica ha resultado un Asambleísmo altamente burocrático. La Democracia Directa es un organigrama estructurado desde abajo hacia arriba. Se caracteriza por que las posturas políticas de un espacio son debatidas y determinadas por todos, dando lugar a las razones de la minoría, pero prevaleciendo la inclinación mayoritaria. La sistematización y operatividad de las decisiones de la colectividad son cosas que deben ser descentralizadas de la Asamblea, de lo contrario, al dejar todo al arbitrio de quién más alza la voz, el autoritarismo caudillista y su inoperancia inherente terminan por imponerse.
Lo anterior creemos que se debe a una tergiversación del concepto de Democracia Directa, la cual se ha confundido con lo que en la práctica ha resultado un Asambleísmo altamente burocrático. La Democracia Directa es un organigrama estructurado desde abajo hacia arriba. Se caracteriza por que las posturas políticas de un espacio son debatidas y determinadas por todos, dando lugar a las razones de la minoría, pero prevaleciendo la inclinación mayoritaria. La sistematización y operatividad de las decisiones de la colectividad son cosas que deben ser descentralizadas de la Asamblea, de lo contrario, al dejar todo al arbitrio de quién más alza la voz, el autoritarismo caudillista y su inoperancia inherente terminan por imponerse.
El asambleísmo y la nebulosa en la que está nuestra organización han significado que nuestros cargos orgánicos que revisten de política (ya que conducen y pautean las discusiones en el espacio), hayan sido desplazados en su función representativa por verdaderos operadores políticos de las `bancadas’ que habitan en FyH o; en el mejor de los casos, por cargos a los que no les debemos la misma confianza como los consejeros FECH.
El espacio solicita agónicamente nuevos sujetos políticos que incidan en la CEFH, y depende de quienes estamos comprometidos con que FyH encarne un proyecto revolucionario, clasista y libertario, el que dicho activo político sea formado al calor de la lucha y motivado por el interés genuino de fortalecer los espacios de base para disputarle desde abajo la conducción al reformismo del Movimiento Estudiantil; que no provenga de las ya conocidas orgánicas oportunistas, que harán nuevamente tribuna de nuestras instancias de participación, las saturarán y se irán. Menos que provenga del reformismo universitario que ya ve terreno fértil en la actual crisis de FyH.
Finalmente ese vacío de conducción y la forzosa utilización del espacio como tribuna del trotkismo, ha hecho que FyH se pierda en la verborrea estéril contra el reformismo sin disputarle posturas en las instancias dadas para ello. En su acefalia ha optado por la política de la radicalidad estética por medio de la denuncia cizañera en vez de apostar a unacoordinación real con el resto del estudiantado revolucionario y combativo.
“Quienes no
poseen los medios o la conciencia bastante desarrollada para organizarse
libremente con los que tienen comunidad de intereses y de sentimientos, sufren
la organización construida por otros individuos, generalmente constituidos en
clase o grupo dirigente (…)
0 comentarios:
Publicar un comentario